lunes, 20 de julio de 2009

Arbolado en entredicho

LA LENTA AGONÍA DE LOS ÁRBOLES EN LAS CALLES DE BARCELONA
19-6-09

Ildefons Cerdà vio nacer los primeros plátanos del Eixample, nosotros los veremos morir


¿Cuántos años vive un árbol? Depende. El término árbol designa a una forma biológica, no a especie vegetal alguna. Son tan árboles los robles, que pueden acumular siglos, como los chopos, que no suelen superar las ocho o nueve décadas. Los frutales solo viven 20 o 30 años, en tanto que las secuoyas o el tejo llegan a milenarios. En todo caso, casi todas las especies arbóreas tienen una vida media más larga que la humana. Por eso los árboles se nos antojan casi eternos, porque siempre nos sobreviven. No lo son.
Los árboles mueren espontáneamente, como cualquier otro ser vivo. El plátano, por ejemplo, puede sobrepasar los 250 años, pero empieza a decaer a partir del siglo o siglo y medio: si vive en malas condiciones, antes aún. De ahí el problema del arbolado viario barcelonés. Dado que los más viejos fueron plantados a finales del siglo XIX o a principios del XX, el estoc de fondo se encuentra en fase terminal. Idelfons Cerdà vio nacer los primeros plátanos del Eixample, nosotros los veremos morir.


Hasta el presente, hemos ido sustituyendo los pies muertos accidentalmente o por enfermedad. Pronto habrá que acometer una sustitución al por mayor del arbolado viario de Barcelona. Me temo que no estamos psicológicamente preparados. Iniciar una remoción sistemática de los pies moribundos seguramente desencadenaría una ola de protestas bienintencionadas. Carecemos, asimismo, de los 20.000 o 25.000 pies jóvenes, pero ya con las 15 o 20 savias (o sea, años) necesarias para no dejar las calles sembradas de vástagos sin apenas tronco ni copa. Un estoc así no se improvisa. Si los viveristas recibieran tal encargo hoy mismo, no lo tendrían a punto hasta el 2025 o más tarde... Eso, o exprimir a precio de oro los viveros de media Europa.
El caso es que hay unos cuantos miles de árboles moribundos en las calles de Barcelona. Levanten la vista y miren. Los plátanos de la Rambla, de la Diagonal o del paseo de Gràcia, los tilos de la Rambla de Catalunya agonizan. Los plátanos, podados severamente para reducir su copa y atacados por hongos varios (chancro y oidio, principalmente), presentan numerosas cárcavas y malformaciones. Muchos están viejos, enfermos a ambas cosas a la vez. Ahora que va a reformarse la Diagonal, ¿redoblaremos esfuerzos para salvar a estos candidatos a cadáver o aprovecharemos la oportunidad para renovarlos? Con pies de savias bastantes, eso sí, pero con un siglo de vida por delante, no con un par de tristes décadas agónicas en su horizonte.
En Barcelona hay más de 150.000 pies de árboles de alineación, o sea, árboles viarios. Es un patrimonio excepcional que la visión diaria banaliza. Una tercera parte larga son plátanos. Otra tercera parte son almeces, sóforas, olmos, robinias (falsas acacias), tipuanas y braquiquítones. Al tercio restante pertenecen pies de más de un centenar de otras especies. El principal problema fitosanitario, habiéndose superado el de la grafiosis de los olmos, es la decrepitud de buena parte de los plátanos, viejos o enfermos. El plátano, acertadamente escogido por Cerdà como árbol emblemático de su ensanche, vive mal en las calles de la Barcelona actual.
En la época de Cerdà, las calles no estaban asfaltadas y la lluvia se infiltraba sin problemas; con un sistema radical profundo y bien desarrollado, los plátanos rebosaban lozanía. Las calles fueron luego empedradas, pero el agua seguía percolando entre los adoquines.
En cambio, calzadas y aceras están hoy impermeabilizadas, los alcorques son cada vez más chicos y a menudo hay una losa de hormigón bajo unos escasos tres o cuatro palmos de tierra, porque se han construido aparcamientos, galerías de servicios, túneles, etcétera. La contaminación atmosférica no ayuda. Los icónicos plátanos del Eixample viven mal y, encima, han envejecido. Cuesta imaginar el Eixample sin la bóveda verde de los plátanos cubriendo aceras y calzada, pero quizá habrá que acostumbrarse a ello, cuando menos en las calles poco anchas.
Con plátanos o sin ellos, el verde urbano, al menos el verde viario, sucumbirá si no adquiere la condición de verde urbanístico. Quiere esto decir que se le han de reconocer sus funciones ambientales y arquitectónicas, además de las ornamentales, y que hay que proyectar su plantación y mantenimiento con criterios superadores de la marginalidad que ahora sufre.
El volumen de suelo para cada árbol, la previsión volumétrica de la copa adulta y el sistema de riego y abonado en profundidad para evitar desarrollos demasiado superficiales de las raíces son medidas capitales. Con árboles tratados como farolas, no iremos a ninguna parte.

Pocas ciudades tienen la profusión de alineamientos arbóreos que ofrece Barcelona. Su valor paisajístico, la regulación térmica e higrométrica que representan, los elementos nocivos que absorben (azufre, plomo, flúor...) y la interceptación de partículas que suponen (200 kilos por árbol y año) contribuyen decisivamente a la calidad urbana. En menor medida, en otras poblaciones catalanas ocurre lo propio. Y se repiten en ellas los mismos problemas.
Si el verde no pasa a ser un parámetro urbanístico incorporado al nudo del proyecto arquitectónico, los árboles urbanos tienen los días contados. Habría que hacer algo y pronto.

* Socioecólogo. Director general de ERF.

Ramón Folch
19/6/09 El Periódico

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