miércoles, 9 de septiembre de 2009

El «6 d´octubre», en septiembre

8-9-09

Pedir a los integrantes del Tripartito y a la corte soberanista del rey Artur (Mas) que se lean el dietario de Amadeu Hurtado «Abans del sis d´octubre» (Acantilado) quizá sea mucho pedir. En estas horas de exaltación el testimonio a priori de aquel catalanista lúcido puede complementarse con la constatación a posteriori de otro catalán cargado de razón, Gaziel, en su crónica de la noche en que Companys quebró el orden republicano.

Lamentablemente, nuestros políticos, ediles populistas -Arenys de Munt- y presidentes de entidades civiles -el independentista Laporta- siguen jugando al «tot o res», eso que Hurtado denominaba «la protesta tradicional»; esas «relaciones peligrosas» con el secesionismo parecen anticipar el 75 aniversario de un aciago 6´octubre que enfebrece como la gripe las vísperas de l´Onze de Setembre. El contencioso agrario de 1934, instrumentalizado contra el gobierno de Lerroux, rompió la alternancia política en la España republicana. El Tribunal de Garantías Constitucionales de entonces equivalía al actual Tribunal Constitucional que podría suspender artículos del Estatut. La advertencia de Hurtado resuena en estas horas de verborrea rebelde: «Els més perjudicats serem nosaltres, els que hem procurat influir amb _xit que la política catalana deixi d´ésser una protesta continua per a convertir-se en una obra de govern». Decepcionado por unos partidos que buscaban la confrontación con Madrid, Hurtado constató que el pueblo catalán estaba secuestrado por un gobierno más pendiente del esencialismo patriotero que del pragmatismo: «Per molt de temps els temes de les nostres lluites seran casolans perqu_, allunyats dels grans corrents espirituals que trasbalsen el món, tots els problemes universals arribaran aquí ser reflex a través de qüestions locals, úniques que s´avenen a la nostra capacitat d´emoció...» En 1934 Hurtado ya se lamentaba de que Cataluña fuera incapaz de negociar con la realidad.
La apuesta por romper la baraja de aquella Generalitat dominada por Esquerra y Estat Català se consumó: aquel 6 de octubre, Gaziel, director de La Vanguardia, legó a los catalanes del mañana sus «apuntes de una noche inolvidable». Un episodio terrible y tragicómico que aquel admirable cronista pergeñó mientras escuchaba la radio.
El receptor se convirtió en una «caja demente» que regurgitaba «discursos inflamados, sardanas, rumor de descargas y boletines de victoria. La Santa Espina, Els Segadors, La Marsellesa, El Virolai, El Cant de la Senyera...» Músicas que fueron entrañables sonaban inquietantes por su instrumentalización demagógica.
Como ya dijimos en otro artículo, si la inconsciencia tiene calendario, nuestros gobernantes siguen basculando entre el quejoso Onze de Setembre y la retórica del Sis d´Octubre que les permite coquetear con el voto soberanista.
Esperemos que el sentido común se imponga sobre esa estrategia que encubre con la queja constante la incapacidad para resolver los problemas reales de una sociedad que se abstuvo mayoritariamente en el referéndum estatutario.

Sergi Doria
SPECTATOR IN BARCINO
ABC

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