La verdad es que desde niños fuimos muy reticentes a aceptar aquello de que «la cara es el espejo del alma». Conocíamos demasiadas niñas con trenzas de suave hilo dorado, mirada ensoñada y boca de mandarina que (¡cómo olvidarlo!) eran unas cerdas insolidarias y no nos hicieron el menor caso. Materialistas ruines sin órgano para la lírica. En fin, que una bella cara podía esconder abismos de lepra capitalista.
En cambio, estoy persuadido de que todos los lectores coincidirán conmigo en que la ciudad es el espejo de su clase dirigente. Cuando uno se pasea por París no es preciso que le digan que todos los políticos franceses tienen estudios superiores. Si pasea por Londres sabe que ni uno solo de los munícipes ignora el monólogo de Hamlet. Y si pasea por Berlín tiene el convencimiento de que el ayuntamiento en pleno lee cada noche varios capítulos de La crítica del juicio. Analógicamente, también sabemos que basta con dar dos pasos por Nápoles para ver a Berlusconi en tanga bajando por Via Toledo con una señora de labios abultados, y que en Estambul los munícipes se hurgan la nariz y eructan cuando les preguntas una dirección.
Ayer hube de bajar, obligado, al centro histórico de Barcelona. Todavía hay quien cree que la nuestra es la ciudad razonable, aseadita, un poco cursi, pero confortable, que inventaron Bohigas, Maragall, Serra y otros municipales con carrera universitaria. La actual es mucho mejor. Solo admite comparación con la salida de un partido de fútbol entre rivales ingleses. Divinas Ramblas tan parecidas a un botellón granadino, pero con mil razas y religiones compitiendo por ver quién vomita más lejos. ¡Qué alianza de civilizaciones!
Se ha armado un barullo porque la prensa ha publicado unas fotos en las que se ve a numerosas personas, hembras y machos, copulando a tergo en la vía pública, cerca de las Ramblas. Son escenas tan usuales que uno se pregunta la razón del escándalo. Solo cabe una explicación. Los del ayuntamiento, que caen al lado, han reconocido a uno de los clientes. Y era horario de despacho.
Félix de Azúa
El Periódico
sábado, 5 de septiembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario