Bromear sobre la supuesta inteligencia militar es un recurso muy habitual entre los enemigos de todo lo castrense. Sobre el terreno urbano, sin embargo, los restos de tiempos bélicos dan cuenta de una lógica y un sentido práctico indiscutibles. Sino, ¿por qué se iba a colocar una batería antiaérea en un lugar como el Turó de la Rovira? Más de 60 años después de que se levantara este fortín que debía anular la aviación de los rebeldes franquistas, este vestigio republicano mantiene una posición privilegiada –con, quizás, la mejor vista de Barcelona– y un nuevo enemigo: la basura y la dejadez.
Este diario publicaba el pasado noviembre que el lugar, con fronteras difusas entre Horta-Guinardó y Gràcia, estaba reluciente. A día de hoy, más allá de las pintadas que incluso le dan un toque contemporáneo al asunto, plásticos, cartones, bolsas de desechos, vallas municipales, sillas, potes de pintura, material inflamable y de construcción en general conforman el paisaje inmediato, el de mirar hacia abajo en lugar de contemplar el frontispicio. «Si esto estuviera arreglado, tendríamos más visitantes que el parque Güell», pronosticaba una vecina de la cercana calle de Mühlberg.
En el interior de la instalación, en la que grupos de jóvenes se expresan a golpe de espray, se agolpan bolsas de súper que más vale no abrir; del cableado eléctrico cuelgan una decena de pares de zapatillas deportivas que, según a quién se crea, marcan el terreno de una banda, sitúan puntos de venta de droga, indican una zona sin vigilancia policial o, simplemente, son una manera más de mostrar el enfado juvenil con el mundo. «Ya hace tiempo que esto está así de mal, pero ya se sabe que en este barrio nos tienen del todo olvidados», denuncia Ricardo, acompañado de unos amigos y unas bolsas de patatas y cervezas. Al caer el sol, un grupo de cuatro fotógrafos aficionados llega a lo alto del Turó de la Rovira. Vienen aconsejados y el continuo clic de sus cámaras denota que la caminata ha valido la pena. «Esto tiene que ser increíble cuando sale el sol, lástima que esté tan lleno de mierda», lamenta el más veterano.
PLAN FARAÓNICO / El Turó de la Rovira forma parte de un proyecto faraónico con el que el ayuntamiento prevé dotar a la ciudad de un nuevo espacio verde de 122 hectáreas de parque. Conocido como el plan de los Tres Turons, prevé la expropiación de unas 300 casas situadas en zona verde –cuyos propietarios serán realojados en viviendas cercanas– y convertirá la batería antiaérea en un espacio que explicará cómo se defendía Barcelona de los bombardeos de las fuerzas franquistas.
Fuentes del ayuntamiento precisaron ayer que el lugar será limpiado antes de fin de año y que el futuro centro lúdico, en cuyo proyecto trabaja el Museo de Historia de la ciudad, podría tardar un año más.
CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
El Periódico
jueves, 3 de septiembre de 2009
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