En algunos casos la superficie se despega del suelo y resulta peligroso para transeúntes
Lo que un principio era un sistema para mejorar la accesibilidad de los ciudadanos en ciertos casos ha resultado ser todo lo contrario. Unos meses después de su instalación, algunos caminos de caucho para guiar a las personas ciegas a la hora de coger el autobús se han despegado del suelo lo que ha provocado caídas de peatones, sobre todo de personas mayores, según tiene constancia la ONCE tras las quejas recibidas.
"La idea es buena pero la superficie no es adecuada porque la goma se levanta como si fuera una alfombra y puede provocar caídas", explica Dolors Luna, responsable de la unidad de autonomía personal y acceso a la información de ONCE en Catalunya. Fuentes del Ayuntamiento reconocen que alguno de estos caminos rugosos se haya podido levantar pero afirman que "no es algo habitual" y aseguran que se lleva a cabo un "mantenimiento constante" en estas superficies.
Mejorar la textura
Para evitar más tropezones Luna propone "mejorar la textura" de estas franjas rugosas y precisa que no todas las paradas necesitan de esta señalización. "Se han puesto de forma masiva y habría que analizar todas las paradas ya que en algunos casos no nos hace falta encaminamientos porque a través de otras señales, el ruido de la calle, el tráfico o según que esquina nosotros nos orientamos y sabemos donde está la parada del autobús". Desde la ONCE también se hace hincapié en la necesidad de que el Ayuntamiento evite instalar las paradas cerca de árboles o señales de tráfico.
De momento el consistorio no tiene previsto modificar este sistema de guía para invidentes que ya se ha instalado en más de 1.500 paradas. En el caso de las personas con movilidad reducida también se ha colocado una placa en el suelo para indicar el punto de acceso al bus. Este proyecto general para mejorar la accesibilidad en las paradas de bus, subvencionado por el Fondo Estatal de Inversión Local, tiene un coste de 3,2 millones de euros.
Jesús Sancho | Barcelona | 13/01/2010
LA VANGUARDIA
__________________________________________________________________________________________________
La ONCE advierte del peligro de la banda rugosa en las paradas de bus
• La organización de ciegos ha recibido numerosas quejas y lamenta que no se solicitara su opinión
• El ayuntamiento asegura que la franja pasó todos los controles y que los fallos son «anecdóticos»
La sensación es una mezcla de sorpresa, cautela y desencanto. La ONCE, un organismo que reparte suerte pero que sobre todo se preocupa de que las personas invidentes sean visibles para el resto de la sociedad, aplaude todo lo que signifique mejorar la calidad de vida de las personas con algún tipo de disminución. Pero no a cualquier precio. La instalación de franjas rugosas en cerca de 2.000 paradas de bus de Barcelona ha hecho que abandone su habitual diplomacia y alerte del riesgo que suponen estas bandas de caucho reciclado para el peatón, vea o no vea donde pisa. La goma se despega del suelo y se engancha al pie, el material «no es el adecuado» y ya se han producido varias caídas de personas mayores.
El trabajo para colocar la alfombra negra empezó el pasado verano y finalizará en las próximas semanas. Francesc Narváez, concejal de Movilidad, asegura que el número de bandas en mal estado son «una anécdota» y recuerda que el sistema «ha pasado todas las inspecciones técnicas y de uso antes de ser aprobado». La ONCE no entra en la legalidad del producto porque lo que aquí se debate no es el qué, sino el cómo. Según Dolors Luna, responsable de autonomía personal de la organización de ciegos, «la iniciativa es buena, pero hemos recibido muchas quejas y noticias de mucha gente que ha sufrido caídas porque el material usado no es el más indicado». Sorprende, además, que en semejante iniciativa el consistorio no recogiera el punto de vista de los principales implicados. «Supimos de la colocación de la banda rugosa porque colocaron una en la parada de bus que hay frente a nuestra delegación», señala Luna.
«TRAMPAS EN LA CALLE» / Ricard Riol, presidente de la asociación Promoció del Transport Públic (PTP), considera «inaceptable» que haya «trampas en la calle» y recomienda «marcar la piedra y no colocar nada encima que pueda provocar accidentes». «Como mínimo habría que pensar en otras opciones que no sean peligrosas para nadie», reclama.
Blai Aparici, vocal de la PTP y responsable de Movilidad de Lliçà d’Amunt conoce el tema por dos razones: porque su madre se cayó al suelo al tropezar con una banda rugosa y porque en su localidad montaron hace dos años un sistema similar para señalar las paradas de autobús. «Usamos un material de termofusión que no es muy caro, no da problemas de mantenimiento y además evita los resbalones». Aparicio aplaude la medida pero no entiende «por qué el ayuntamiento no probó unas cuantas antes de colocarlas por toda la ciudad».
Narváez tiene la respuesta. Considera que la iniciativa es un «éxito» y que el encaminamiento «tiene las desventajas del anterior pero muchas más ventajas». El anterior sistema al que hace referencia es la marca sobre la baldosa que está colocada en escasas paradas y en numerosos pasos de peatones, y las ventajas son «poder mover la franja con facilidad en caso de que la parada cambie de ubicación». En eso tiene razón el concejal Narváez, y más si se tiene en cuenta que el ayuntamiento aprobó estudiar el cambio de la estructura radial de buses por otra ortogonal, más funcional y menos liosa.
BUENA FE MUNICIPAL / La ONCE se ha quedado un poco descolocada con la franja del bus porque, según comparte Luna, «Barcelona siempre se ha preocupado por las personas discapacitadas y la relación con el ayuntamiento es buena». Narváez, que descarta retirar o modificar el sistema, promete que habrá un mantenimiento constante, aunque ya avisa de que el trabajo de algunas compañías que operan sobre la vía pública «puede dañar el material».
Como suele suceder con la cosa pública, el paso de los meses acabará por poner a cada uno en su sitio, y si el lugar del peatón es el suelo después de topar con el caucho despegado, entonces quizá sea el momento de consultar con la ONCE.
MEJORAS EN LA VÍA PÚBLICA // EL TESTIMONIO
«Una buena idea mal resuelta»
• Un paseo con José Manuel López, un invidente de 55 años, permite entender la ciudad sin recurrir a la vista
• Su experiencia echa por tierra la eficacia de la banda rugosa del bus
José Manuel López sabe perfectamente dónde está a pesar de que se agarre del brazo. Anda por Gran Via, tuerce en Entença, para en el paso de peatones, advierte una esquina. Tiene 55 años y desde los 28, tras un accidente de coche, ve de oídas. Caminar junto a un invidente debería ser una experiencia de obligado cumplimiento. Porque uno se da cuenta de que, además de caminar, pisa; de que además de oír, puede escuchar. De que además de ver la realidad, se puede sentir. Al topar con una de las nuevas bandas rugosas colocadas en las paradas de autobús, José Manuel se presta a una cata. ¿Conclusión? «Es una buena idea mal resuelta».
Después de repartir suerte con los cupones durante siete años, este hombre que habla lento y claro dirigió varias agencias de la ONCE en Santa Coloma, Igualada y El Masnou. Ahora sigue vinculado a la organización, pero disfruta de una jubilación que parece sentarle bien. Todavía en la parada de bus, José Manuel rasca con su bastón sobre la goma y prosigue con su análisis. Cuenta que con un palo de punta de bola «sería muy complicado captar la franja» y que la pisada no denota «mucha diferencia con el suelo regular».
En el fondo le sabe mal. Porque vive en una ciudad que ha trabajado «mucho en beneficio de las personas discapacitadas», porque hace solo diez años «era impensable que los ciegos tuviéramos las facilidades que disfrutamos en el año 2009». «Ves, fíjate en este suelo», significa al neófito. Se ha parado encima de la puerta del centro educacional de la ONCE y, puestos a sentir, es cierto que el suelo se clava en el pie, que la baldosa dice por sí sola que ahí pasa o hay algo. «Nosotros nos guiamos por el bastón, pero también por el ruido de la calle, del autobús, de la moto, del peatón y, por supuesto, del semáforo», continúa. El paseo se convierte en una clase de Karate Kid; a cada paso, un aprendizaje que no hay manera de poner en discusión.
La de toda la vida
La banda rugosa de los pasos de peatones, grabada en la misma baldosa, sin gomas, sin silicona, sin parches, es la que le gusta a José Manuel. «Esta es para toda la vida, haga frío, nieve o haga mucho calor, pero la nueva de los autobuses es un obstáculo para todos, sobre todo para ciegos y personas mayores, que pueden tropezar». Considera que con el tiempo «traerá problemas» y que será «un gasto excesivo e innecesario de mantenimiento». Añade que el trazado es «demasiado finito», que el zapato «se engancha porque la goma no deja deslizar el pie» y que si el ayuntamiento no lo cambia, «los problemas no van a desaparecer».
Cuando una persona ciega pasea por la calle, los videntes suelen mirarla con la piel de gallina, como temiendo un tropiezo con una farola que muy raramente se produce. El hecho es que conocen muy bien el camino porque trazan itinerarios que casi memorizan. Ahí se oye el extractor de la panadería, aquí se huelen las bravas del bar o a lo lejos llega el bus, que ahora es más silencioso porque va con gas natural comprimido. «Si no supiera donde voy, me perdería porque no veo, pero si tengo que ir a un lugar que no conozco, entoces sí pregunto a los demás peatones», explica José Manuel, que vive cerca de la plaza de Espanya. Muchos de los ciudadanos que les ayudan son, como ellos los llaman, «ángeles de la guarda». «Son personas que notas que van a tu lado pero que no dicen nada, que se quedan ahí por si tienes algún problema».
Aunque parezca un sinsentido, los ciegos se sienten observados. No es que les moleste; lo entienden y hasta se ríen de situaciones que viven a diario. Como cuando alguien, rememora José Manuel, les habla a gritos como si fueran sordos.
Nada de caminar a voleo
Dolors Luna, responsable de autonomía personal de la ONCE, tiene una visión inferior al 10% y un sentido común cercano al 100%. Asegura que las personas ciegas, gente de hábitos y costumbres, «nunca caminamos a voleo porque nos perderíamos». Suena evidente, y quizás por ello, más allá de los fallos técnicos de la franja rugosa del bus, ella siembra dudas sobre su necesidad, ya que considera que puede llegar a despistar. «Mira, ahora que lo pienso, lo que sí debería evitar el ayuntamiento es colocar las paradas cerca de árboles, señales de tráfico y demás obstáculos que a veces nos vuelven locos», expone.
José Manuel, tras el paseo, se queda en la sede de la ONCE en la calle de Sepúlveda, donde dos mujeres fuman en la entrada con sus dos perros raza golden a sus pies. «Nos vemos pronto», se despide. Nos vemos.
CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
EL PERIÓDICO
No hay comentarios:
Publicar un comentario